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La mejor medicina es estar muy activo

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Las investigaciones del Dr. René Drucker Colín alrededor de la neurofisiología del sueño o de los trasplantes en procesos neurodegenerativos —por mencionar sólo algunos de sus trabajos— han atraído la atención de la comunidad científica mundial desde hace varios años. Por otra parte, su conciencia social lo ha convertido en un tenaz promotor y divulgador de la ciencia. Así vive la vida, a sus 76 años, el Dr. Drucker.

 

Doctor, su padre —el Dr. Erick Drucker— jugó un rol fundamental en su vida, platíquenos de él.

Mi padre era Jefe de Cardiología del Hospital Francés, ahora desaparecido. Era un médico que se tomaba muy en serio la relación médico-paciente. Una de las cosas más importantes que le aprendí fue su conciencia social, con frecuencia atendía a personas que no podían pagar su consulta. La gente lo quería mucho, le llevaba tamales, blanquillos, en una ocasión hasta una gallina viva. Era una persona que ejercía su profesión dignamente, no la veía como un medio para enriquecerse. Mi padre era un buen hombre, además de un extraordinario cardiólogo. Esto definitivamente me marcó.

Usted asiste desde hace muchos años al gimnasio, supongo que la actividad física es parte fundamental de su vida.

Me pasé varios años sin hacer absolutamente nada de actividad física. Cuando daba clases en el cuarto piso de la Facultad de Medicina de la UNAM, llegaba al salón y me tenía que sentar de inmediato porque me faltaba el aire. Entonces decidí dedicarle un tiempecito a mi cuerpecito (risas).

Me otorgaron la beca Guggenheim en 1980 y me fui de año sabático a la Universidad de California, en los Ángeles. Ahí renté una casa cerca de la playa, en Santa Mónica. Empecé a correr y a ir al gimnasio hasta que me volví adicto al ejercicio. Cuando regresé a México, la actividad física ya era un hábito en mi vida. Comenzar a hacer ejercicio es una de las mejores decisiones que he tomado en la vida.

La salud no es todo, pero sin salud no hay nada. Es necesario tener una buena condición física para poder contender con los retos que se van presentando.

¿Fueron difíciles sus primeros años como investigador?

Cuando regresé a México, después de haber obtenido mi doctorado, no conseguía trabajo en ningún lado. Cosa que lamentablemente persiste para muchos de los jóvenes que regresan al país luego de estudiar en el extranjero. Finalmente lo obtuve en la UNAM. Me dieron un laboratorio y empecé a sobresalir en las investigaciones que hacía. Mi único interés en esos años era tener impacto internacional y lo logré. Luego llegó el reconocimiento y cierta tranquilidad que me permitió continuar trabajando.

¿En qué momento se convirtió en un promotor de la ciencia?

Siempre he sido un promotor y divulgador de la ciencia. Me considero un hombre con conciencia social, de modo que siempre busco que mi trabajo tenga un impacto positivo en la sociedad. Además, estoy convencido de que el país requiere para su desarrollo mayores inversiones en ciencia y tecnología. Soy una especie de activista científico.

Dicen muchos de sus alumnos que usted no es un maestro que acompañe y lleve de la mano a las personas, ¿dejar hacer es la mejor forma de enseñar doctor?

Tuve un maestro —el Dr. Raúl Hernández-Peón, un gran neurofisiólogo mexicano— que me decía “a ver Drucker, tenemos este problema, resuélvelo”. Yo aprendí a hacer ciencia de esta manera: haciendo, ejecutando.

Mi responsabilidad con los jóvenes es darles los recursos y las condiciones necesarias para desarrollar su trabajo, pero ellos deben resolver los problemas científicos que se les presentan. Igual que en las familias, si tú dejas que tus hijos o nietos aprendan a resolver sus problemas, los vas a capacitar mejor para enfrentarse a los diversos retos cotidianos.

Ahora bien, los estudiantes saben que no los voy a reprender si se atoran o comenten un error, les voy a ayudar, saben que cuentan conmigo de manera incondicional. Así soy como tutor. Hasta ahora he doctorado a 24 jóvenes y a todos les ha ido muy bien.

¿Qué opina de la jubilación doctor?

Cuando uno llega a cierta edad, te preguntan “¿ya estás jubilado?”. Lamentablemente, en nuestra sociedad todo el mundo cree que las personas mayores deben de jubilarse, de retirarse. Yo no me puedo imaginar la vida sin trabajar. La mejor medicina para la tercera edad, o la cuarta, es estar muy activo. No hay que jubilarse, no hay que retirarse. Es muy padre estar de vacaciones, es muy padre no hacer nada, pero por un breve tiempo.

¿Qué ha cambiado para usted en esta etapa de la vida?

Ahora aprecio mucho llegar a mi casa y descansar, o pasarme el fin de semana sin hacer nada. Antes llegaba el viernes y me quería ir de reventón, ahora lo que quiero es un poco de tranquilidad. Sí cambia el ritmo de la vida y hay que aceptarlo. Hay que aceptar que ya no eres el mozalbete que eras antes (risas).

Uno tiene que vivir la vida con dignidad, no debe avergonzarte ser viejo. Cuando me preguntan mi edad, digo la que tengo y punto, no la puedo cambiar y no me avergüenza tenerla.

¿Qué mensaje enviaría a nuestras lectoras y lectores doctor?

Cada vez habrá más adultos mayores en nuestro país. La pregunta es qué vamos a hacer para que no se sientan menospreciados y sigan siendo productivos. En la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación del DF estoy tratando de desarrollar un centro de investigación sobre envejecimiento junto con los centros Max Planck de Alemania. De hecho, viajo pronto a ese país para hablar con el director general. Vamos a ver si lo logramos.